Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Juegos de azar.


 
 



No creía en el amor, ni en las casualidades, ni en el factor sorpresa, ni en los besos a escondidas, ni en las miradas que enamoran. Por eso, empecé a buscar algo en lo que podía creer. Y de todas las cosas posibles, me quedé contigo. Siempre me dijeron que algunas veces se perdía y otras se ganaba. Pero yo estaba acostumbrada a ser ganadora. Siempre. Y tuviste que llamar a mi puerta para demostrarme que es cierto eso de que algunas veces se pierde. Contigo perdí mucho más que los granizados de limón en las noches de verano, mucho más que los versos susurrados a media tarde, mucho más que las estrellas que traías cada noche a mi cama. Queriéndome más que nunca. Queriéndote más que a nadie.  Me perdí a mi misma…y también a ti. Te llevaste mi sueño, y mis ganas de dormir. Dejaste un hueco en mi cama, sin embargo, en mis recuerdos llenaste todo el espacio posible. Con tantas imágenes felices, con tantas sonrisas, respirando esa sensación que hace tanto tiempo que no tengo, que quizás no sepa ya ni a qué sabe.  

Ahora la película ha terminado, apareció” The end” en la pantalla, bien grande, para que lo viera de una vez. Para que me diera cuenta de que esas noches entre sábanas violetas,  risas, miradas y gemidos, se habían esfumado. Ya no estaban. Y puede que algún día regresen, y puede también… que esta vez gane yo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Ya nunca estabas.




Escribí, por ejemplo, que quería escuchar el mar en tu pecho cada tarde, que aun éramos jóvenes, no podíamos dejar que nuestros sueños se deshicieran. Te abracé y perdí mis uñas de colores por tu espalda, en un abrazo interminable que luchaba contra el tiempo. Bajé la persiana, para que nadie nos viera, para esconderme del mundo contigo. Jugamos a viajar en el tiempo. Estuvimos en el futuro, en cada una de las ciudades que teníamos que ver, nos abrazamos en todas las posturas posibles, nos besamos hasta que descubrimos que todavía sabíamos a mar. Éramos un mar lleno de mareas y barcos. Te escribí: “Quédate conmigo”.

Sin embargo,  ahora se que no habrán más inviernos, ni primaveras. Que no existe un siempre, apenas un ahora. Y que nunca podremos ser más eternos que el tiempo. Escribí también que ayer bailamos, sin ropa, en una pista de baile con sábanas violetas. Y que te quise como a nadie.

-A veces no se puede querer tanto- Te dije, y sonreí. Como quién despide un tren, sabiendo que no volverá a pasar por ese lugar. Sabiendo que no nos queda más que un puñado de recuerdos que pasarán a ser nuestros siempre. Puede que un día te encuentre por esta ciudad, y ya no reconozca ni tus ojos, ni tu pelo, ni tu sonrisa. Puede que me haya cambiado el nombre y me dedique a viajar por todo el mundo con maletas, llenas de vestidos imposibles.  Puede que siga odiando el color marrón, el frio y las conversaciones a medias. O puede que no.

lunes, 3 de septiembre de 2012

" Perdonad, estábamos jugando al escondite"





Habíamos escapado sin mirar atrás, recorriendo carreteras interminables en un bonito descapotable. Comiendo en pueblos perdidos cercanos a alguna carretera, con mi vestido azul cielo y tú, con tu camisa blanca, llenos de vida. Yo te decía frases dramáticas cada vez que parábamos a repostar y tú me besabas como si no me fueses a ver nunca más.  Paseábamos por la playa con las maletas en la mano, tumbándonos a dormir en la arena, con un sol que no perdona. Nos queríamos por las noches, y hacíamos el amor por las mañanas. Después del “Buenos días, preciosa” tocaba buscar un buen sitio para desayunar. Nos perdíamos en el café, y no necesitábamos decirnos nada, con mirarnos sabíamos hacía donde iba a continuar nuestro viaje. Éramos el destino del otro.

Y la vida eran esos instantes, los semáforos que nos hacían pararnos a respirar. Los desayunos inesperados y las cenas en medio de la nada, simulando escapar del tiempo. Escapando de los relojes. Y tú contándome aquella película de “La vida es bella” mientras yo me quedaba dormida escuchándote, sintiéndome segura contigo. Tranquila.

 Y así pasaban los días, nosotros como protagonistas de una película que nunca se rodaría. En un viaje hacía “ninguna parte”, sin duda, el mejor lugar del mundo.

sábado, 14 de julio de 2012

Y tú, tan frágil.



 
La erótica de la intimidad, la lavadora girando como si no hubiera un mañana. Como si no existiera hoy. Como si este suelo fuera un lago azul, helado. Como el lago del círculo polar al que miraba África, sin esperanza. Ese lago que está por toda la casa y se obstina en creerse infinito. Todos los muebles flotando, y tú tan flaca. Tan desnuda. Tan frágil. En este lago no hay barcos, ni peces nadando, sólo cucharas, tenedores y fotografías desnudas. Estás tumbada en la bañera. El agua se va desbordando, y cada gota de agua se estrella en el lago, como el latido de un corazón que se apaga. Tienes los ojos cerrados. Te cansaste de leer, de buscar, de seguir el ritmo. Todo lo que querías se había esfumado. Y tú te habías escondido en la bañera para que el lago nunca existiera, pero existía, y estaba lleno de ausencia. La pintura de la pared se iba cayendo. Los marcos de las fotos, la televisión había dejado de funcionar. La ausencia de tu corazón se había convertido en un lago helado. Ya nada existía. Supongo que era el final. El final de algo que nunca fue.

jueves, 21 de junio de 2012

Con las mejores vistas.




Era la típica que adoraba ver las estrellas desde la azotea. De las que te decían “pero ese vestido es increíble”, llevándose las manos a la boca y con los ojos abiertos como platos.  Perdía la vida por vivir y no dejaba que el tiempo la matara (nunca). Removía el café planeando el siguiente ataque. Corría descalza entre el tráfico de las noches sintiendo la libertad en cada poro de su piel morena. No quería estar muerta.  Estar viva era vivir con todas las letras. Te llevaba a la luna si querías y si no te la traía a casa por las noches. Te quitaba la ropa cuando quería sentirte lejos y te abrazaba cuando quería sentirte cerca. Sabía que pasaría una vida ajetreada de llantos y sonrisas por aquel corazón loco que tenía. Pero aquí estaba para eso.  Si el corazón gritaba,  se subía a una montaña  y sacaba todo lo que llevaba dentro.  Y si dolía la vida, sacába las uñas y luchába contra ella. Si nada le llenaba, buscaba entre el tráfico de las aceras ese algo.  Porque la vida es bonita,  puta a veces y éfimera.  Y  tenemos que dejar nuestra pequeña huella en este mundo giratorio que a veces nos marea . Así que sonríe, escribe, baila, dibuja, corre y vuela en sueños. Pinta corazones en las paredes cuando te guste el amor, y táchalos cuando este se vuelva del otro lado.

La vida es una noria, cuando estas arriba tienes que aprovechar todas las vistas y gritar. Cuando estas abajo solo tienes que esperar paciente  la subida (que siempre llega.) Si quieres claro. ¿Y sabéis que? Desde aquí,  últimamente veo el cielo.

martes, 12 de junio de 2012

Adelante bonita.




Cuéntame si sabes lo que es estar en lo alto de la torre Eiffel y vislumbrar toda la vida que hay a su alrededor, si alguna vez has sentido mariposas subiendo por tu columna vertebral mientras el avión subía hacia el cielo. Si has follado hasta quedar exhausto y después has abrazado hasta odiar el amor. Si vuelas, sueñas, escribes y lees, si te has bañado en la playa por la noche, sientiendo el mar de verdad, el frío, el miedo arañándote las piernas. Quizás nunca te has asomado a ver las estrellas una noche de verano. Cuéntame si alguna vez te has puesto en medio de una  carretera y has gritado hasta ensanchar el alma. Si te has quemado con el café y has maldecido la vida por un segundo , si te has puesto su camisa tras una noche de guerra y has preparado el desayuno con una bonita sonrisa (las sonrisas siempre lo son). Si vives con la vida atrapada entre los dientes. Cuéntamelo, y no olvides que el mundo esta ahí fuera, sentado esperando a que te decidas a conquistarlo.

lunes, 11 de junio de 2012

Nieve.



Lo que no sabía hasta ese 7 de febrero era que la nieve me daba suerte. Que bailar bajo la nieve era mejor aún que bailar bajo la lluvia. Intentar atrapar los copos, mientras el viento te acaricia la cara y parece que el tiempo se para, que el mundo se rinde ante tus pies de bailarina soñadora. Y la nieve va cubriendo los abrigos, las sonrisas, dibujando formas sobre los paraguas. La gente parece feliz tras la bufanda, el gorro y los guantes. Entonces recordamos que estamos más vivos que nunca sin quererlo, y por eso, nosotros, como refugio antes ese frío no hacíamos otra cosa que mordernos,  rasgarnos, gustarnos…nos tentábamos sabiendo que íbamos a rompernos, (a rompernos la ropa, claro). Pero eso era lo de menos, estaba nevando, y estábamos juntos. A oscuras, desnudos, conociéndonos a tientas (una vez más). Cómo si nunca hubiéramos estado tan cerca, como si no hubiera un mañana y la nieve lo hubiera cambiado todo. Y seguíamos allí, en aquella casa de piedra en lo alto de la montaña, rodeada de nieve, de frío y de vida. Contándonos historias que solo entendían los tejados y las antenas de aquel lugar...
Hoy sin embargo, estoy aquí, tirada en la cama escribiendo y sonriendo pensando en aquel soñado 7 de febrero, aquella mañana del dos de enero.