Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

domingo, 19 de mayo de 2013

Sin rumbo fijo.





En el laberinto. Tu por un lado y yo por el otro. Por si no fuera lo bastante complicado con uno solo buscando y el otro en el centro.

El centro cambiando de sitio cada segundo.

Los caminos cambiando cada día y las brújulas que indican nuestro camino al norte averiadas por vivir en un continuo barco sin rumbo fijo.

 Tu por un lado y yo por el otro.

En un continuo buscar para no encontrar, como todo lo contrario a lo que nosotros queremos, porque en realidad, nacimos en el centro e intentamos escavar para volvernos a encontrar en un lugar en el que el calor no nos mate. Pero tampoco el frío.

Sucios de tierra hasta las orejas, imperfectos pero felices.

 Quizá moriríamos sin calor, y quizá nuestro sitio tampoco fuera el centro.

“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que íbamos a encontrarnos”
 


"El amor es una catástrofe espléndida: saber que te vas a estrellar contra una pared, y acelerar a pesar de todo: correr en pos de tu propio desastre con una sonrisa en los labios; esperar con curiosidad el momento en que todo se va a ir al carajo. El amor es la única decepción programada, la única desgracia previsible que deseamos repetir."
Frédéric Beigbeder 



domingo, 14 de abril de 2013

Volvemos a hablar del frío.





Mi mirada triste solo dice una cosa: que quiero romper todos los putos relojes, todas las distancias infinitas y colgarme de tu risa. Desabrocharte la camisa y dibujar en tu cuerpo el mapamundi de mi vida. Quizás llevarte a una esquina y besarte hasta dejarte sin aliento. Que lo único que quiero es intensidad, que el corazón me vaya a mil por hora y no perderlo en el intento. Que te rías de las locuras de esta chica risueña que cada día está más loca. Que sería capaz de llevarte al cielo  sólo si te quedas un rato más conmigo, si luchas contra tiempo y tristeza. Que quiero buscar nuestro beso de medianoche, ese que todavía me debes. Soñarnos cerca con la luz apagada. Ser dos aventureros en la ciudad del viento y descubrir playas desiertas. Reivindicar que seremos eternos aunque nos separe la vida. Ponerme tu camisa tras una noche de guerra y que me la vuelvas a arrancar a la mañana siguiente. Y es que, tú eres de esos que te abrazan sin esperar nada a cambio, y todavía estamos a tiempo. El cielo del techo se viste de colores, y nos dice que tenemos que hacerlo. Tenemos que hacerlo ahora.

 
 
"Me gustaría ser más inteligente o más certero, escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro."
Adolfo Bioy Casares - Carta a Elena Garro


martes, 2 de abril de 2013

El destino tenía razón, tenías el atardecer más grande del mundo.

 
 

Como la protagonista de aquella película francesa fumando en la ventana, dejando que la vida se escape entre el humo. Como un bolero que habla del quizás, quizás, y de los vestidos que nunca te pones y bailan dentro del armario. Brillabas, era cierto, últimamente algo te llenaba los ojos de vida, y eras tú misma. Eras tú de nuevo. Tomabas infusiones cada noche y dejabas que la tristeza se fuera lejos, bien lejos, y planeabas atracar corazones y robar librerías, dejar notas en los libros de la biblioteca que dijeran, “Hola, eres el hombre de mi vida” con un “búscame entre la música de algún lugar lejos de aquí”. Y que la casualidad hiciera de las suyas. El café ya no era amargo. Llevaba lloviendo dos semanas y salías con una sonrisa que provocaba un arco iris. Con el sombrero lleno de pájaros y bailabas con la música en las estaciones de tren. No era cosa del amor, y tampoco de los trenes que te llevaban lejos en los días grises, ni de los libros que descansaban en la mesita de noche. Puede que tuviera algo que ver la ciudad del viento, la calma, el mar y las mareas. Y tú que estabas llena de sol y de sal. Estabas llena de vida.

Tenías el atardecer más grande del mundo atrapado dentro de ti. Y es cierto que la ciudad a veces se hace pequeña, pero tú eras tan grande que eras capaz de volar por encima de ella, de farola a semáforo, y a veces se hace grande, y te pierdes con tu bici en sus callejones.

La misma protagonista de aquella película francesa, esta vez quitándose el sombrero para volvérselo a quitar, y tiene una sonrisa grande, muy grande. Y el viento mueve las flores de la ventana. Y la estantería está llena de libros. Y ella sonríe, y el tiempo se detiene. Y un hombre la mira desde la otra punta de la habitación, diciéndole entre susurros: “Eres tan bonita…”

Y ella se coloca el sobrero, y las flores no paran de moverse, y él está loco por ella. Y ya nada importa, nada.

jueves, 7 de marzo de 2013

Por un momento nos abrazamos, y no hizo falta nada más.



 
 
El vértigo es enfrentarse cada día a una nueva mañana, no hundirnos en el café, sonreír y buscar algo que merezca la pena.
Tenemos que seguir buscando. Puede que nadie pueda salvarnos del asfalto, puede que el mar esté demasiado lejos, puede que se nos amontone la vida en la silla con la ropa sucia y se nos olviden los motivos.  Puede que las palabras ya no lleguen, que las personas que creíamos eternas, ahora estén caminando en sentido contrario.
Vértigo es volver a nacer todos los días, pero yo, yo voy a  preparar el café con tres de azúcar y una sonrisa. Y…que la mayoría de los días el mar no queda tan lejos (tú ya lo sabes). Tenemos que ser unos héroes cada día, cada mañana luchamos por sentir. La vida no es sólo ir de un lado a otro con el reloj a contracorriente pisándote los talones.
Tenemos que encontrar nuestro sitio. Y yo que me encuentro en tus pupilas, en tus brazos, en las palabras de la gente que siempre está ahí y en las palabras de la gente que se fue.
Aquí sigo, nunca huí, pese a mi afición de coger trenes sin destino cada dos por tres, esos que suelen acabar en ninguna parte una noche cualquiera.
Aún nos queda tanto por vivir, una noche de hotel en cualquier lugar con un baño de espuma, unas cuantas promesas, una noche en la playa, unos cuantos suspiros de placer y un viaje a la luna. Tenemos que gritar desde lo alto de una montaña que hoy somos héroes, mañana quién sabe. Tienes que aprender a bailar (el pasillo de mi casa es la mejor pista de baile). Tengo que engañar al destino para que te quedes conmigo. Tienes que decirme “No has crecido nada desde la última vez”. Tengo que darte un abrazo en silencio (no sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento). Tenemos que hacer el amor. Tienes que volver a enamorarte de mis ojos, tienes que volver a contarme un cuento.
Es tarde para sentir miedo, toda la vida es ahora. Y tú eres el motivo, tú siempre eres el motivo, y daría la vuelta al mundo por abrazarte por la espalda un día cualquiera.
 
 
 

lunes, 18 de febrero de 2013

Valiente.




Damos vueltas en la cama, por el cielo, cuándo no encontramos lo que buscamos y no sabemos qué buscar. Somos el epicentro de este mundo, que no para de dar vueltas, como nosotros. Lo que creemos un día, al día siguiente cambia de forma. El cielo cambia tan rápido de color que muchas veces no sabemos ni dónde estamos. Las flores se esconden en invierno y a mí me gusta ponérmelas en el pelo en verano. Hoy hace un viento tan fuerte que arranca toda la tristeza y se la lleva lejos de aquí, dónde no podemos verla. Tenemos un fuerte en nuestra cama, y ahora está llena de besos gigantes que tenemos pendientes. Tenemos billetes sin fecha para la ciudad del amor y una cama esperándonos sonriente y cómplice. Tenemos que hacer un crucero por el Sena y mirarnos a los ojos, felices. Asombrarnos con la belleza de Paris (una vez más) desde el bateaux mouche. Tenemos que capturar cada instante irrepetible para poder volver a él cada vez que la vida nos de la espalda. Y entonces recordar,“eres tan feliz que puedes estallar de felicidad”.  
Por cierto, aún tenemos que desayunar croissants en la cafetería de la esquina, esa que es pequeñita, con muebles blancos de madera, techos altos  y rincones llenos de cuadros y plantas, tazas de porcelana antiguas con flores y un café que sabe tan bien como tú en las noches frías. Tenemos que encontrarnos por cualquier calle de la ciudad, de cualquier ciudad. Tengo que esconderme y tú tienes que encontrarme entre sábanas color azul cielo, jugando al gato y al ratón mientras las deshacemos. Tenemos que pasear por esas calles que todavía no conocemos, para hacerlas nuestras a nuestro paso, siempre de la mano, siempre.
Tenemos que escapar de la rutina, olvidando que esta nos atrapa constantemente y ser libres por fin. En cualquier ciudad, en cualquier rincón, o en cualquier cama, agarrando con fuerza cada segundo para que no se nos escape, al menos no esta vez.  

 

“El truco está en perder rumbo y razón,
y cambiar el mundo entero sin que nadie se de cuenta.”



jueves, 14 de febrero de 2013

14F



No quiero regalos, me inventaré una alergia al chocolate, las flores y la gente arrodillada si es necesario, no quiero cajitas, arroz cayéndonos encima ni historias de naranjas mal cortadas. No quiero espuma de afeitar en mi baño, ni violines, ni París ni Venecia, ni conocer tu ciudad ni a tus padres, no creo en castillos ni en príncipes que besan princesas para despertarlas, no quiero blandeces, ni que te adaptes a mí, ni que te enfades por la distancia de seguridad que querré de vez en cuando.
Que nuestras manos no encajen, que tu hombro no me sea cómodo, que odies como bailo, que odies como escribo, que te rías de cómo hago todo. No quiero saber el nombre de tus futuros hijos, ni que lleven mis apellidos. No quiero exclusividades, quiero alquiler con opción a compra nunca llevada a cabo, no quiero escribirte solo a ti, no quiero amores con complejo de jaula. No quiero obviedades, ni golpes de estado de ánimo algún 14F. Y por supuesto, no quiero acordarme de ti escuchando algún grupo romántico de los ochenta.
Pero que tengas claro que si hay algo que quiero es a ti, y a este puto miedo a tu potencial de cambiar todo lo antes dicho.



"Hay mil canciones sonando en mi bolsillo,
y tesoros que caben en bolsas de basura,
una ciudad que duerme con envidia de puerto,
edificios repletos y vacíos de sueño,
y además,
tu y yo,
que nunca estaremos más despiertos"
Carlos Salem


lunes, 4 de febrero de 2013

Cobardes.




“Érase una vez un cuento sin principio,  tú y yo desnudos entre la introducción y el desenlace que existe entre los abrazos que no nos dimos de verano a primavera. Entre el sol, y el nacimiento de las flores”  Ella.
Ella tenía la (in) sana manía de vivir en su mundo, a su ritmo y con sus reglas. No es que todo le diera igual, simplemente era así. Alocada y sonriente, con el mundo atrapado en cada gesto y en cada mirada de su vida. Suspiraba con la danza y los finales felices, pero no era una romántica como otra cualquiera ni mucho menos, quería un amor, sí…un amor de esos de verdad, de los que le hacen a una suspirar más de la cuenta, y reír más de la cuenta, y hacer el amor más de la cuenta, una vez tras otra sin desgastar ni una pizca de su inagotable energía. (No no, espera…de todas estas cosas nunca puede haber un “más de la cuenta”).

El caso es, que había un problema en toda esta historia.
Élél no había aparecido. O quizá sí y ella no lo sabía. Y que todavía no habían hecho el amor, ni se habían reído más de la cuenta, ni habían suspirado tampoco. Hablo de ellos, está claro que ella había reído más de la cuenta, y suspirado y hecho el amor! Y él también. Pero claro, sin final feliz,  no eran ellos.

Supongo que igual es porque no habían tenido ocasión de enamorarse. Ni de conocerse. Ni de hacer el amor, ni de suspirar siquiera. Y quién sabe si la tendrían…La vida da tantas vueltas que una no sabe qué pasará mañana, ni pasado ni al otro.

Yo solo sé que ellos estaban desnudos en una cama, y que no había desenlace posible.