Sus labios han escrito sonrisas para mí, para que las cosas
fueran más sencillas. Mi mejor autocrítica y espejo, en el que me encantaría poder
mirarme todos los días de mi vida. La que dibujó mis primeras palabras y diseñó
mis primeros pasos. La farmacia en casa, poniendo a las grandes heridas internas
(esas que apenas consigue ver nadie en mí) las mejores tiritas. La que me ha
dado siempre todo sin esperar nada a cambio. La que me enseñó a ver el lado
positivo de las cosas sin darse ni siquiera cuenta de ello. Quién deshizo
montañas creadas con granos de arena. La guinda de mi pastel, la que vio siempre
en mí el vaso medio lleno. Especialista en vencer todos y cada uno de sus monstruos.
Ella me dio la vida y desde que la conozco, no ha parado ni un solo instante en
seguir dándomela cada día. Porque es cierto eso de que sólo hay una y yo no la
cambiaría por nada del mundo.