Las ciudades de madrugada siempre me dieron ganas de huir, y
todas las carreteras del mundo, y tus ojos que me miran pidiéndome que me
pierda en ellos una vez más.
Este verano conocí contigo algunas carreteras del sur, y
como en una novela, huimos sin mirar atrás.
Sin importarnos nada que no fuésemos nosotros. Como cada vez que nos tenemos
cerca.
Cada mañana es una nueva aventura en la que lo más
importante es querernos sin más.
Las terrazas de las que hemos huido alguna vez después de
comer, nuestro hablar sin parar, cantar en el coche como si no hubiera mañana con los pies en el salpicadero y la mirada
perdida, ah, y los bailes improvisados
en una habitación de hotel.
Me pasaría media vida huyendo juntos. Volver a casa de
madrugada, con los ojos llenos de vida y el corazón a prueba de bombas. Esos días
de mar y carretera, de ciudad y cama.
Desde que te conozco, ya pocos días me escapo a la ciudad
del viento. Nado en ese mar que me se de memoria (ya no tengo miedo a ahogarme)
me debes haber vuelto un poco más valiente.
Quizás me he dado cuenta que mi felicidad es esto…Tú,
somnoliento despertándote a mi lado por las mañanas. Porque nunca se si empezar
el día comiéndome el desayuno o comiéndote a ti. (Más bien comiéndome tu a mí.)
Puede que haya temporal fuera, que llueva cada noche, pero
la ciudad es preciosa cuando llueve desde tu cama. Y seguimos siendo eternos
cuando te veo aparecer al final de la calle, con tu sonrisa y tu flequillo
despeinado. Entonces sonrío, porque sigues aquí, porque en realidad nunca te
has ido. No tengo ninguna duda, el infinito me lo ha dicho.
"A veces se te
desordena el pelo de una manera
que hace que todo lo que esté sucediendo en ese
instante
pueda esperar."