Odio las conversaciones a
medias, el ruido, y a muchas personas
que ni siquiera conozco.
Mis palabras no salen en
el momento adecuado, por eso a menudo, casi prefiero simplemente mirar.
Siempre preferí un buen
libro. Y adoro las noches de locuras.
Quiero ponerme flores en
el pelo, gritar en carreteras interminables, y perderme en lugares que no descubrí.
Quiero escapar de este
maldito olor a asfalto.
Se que pronto tendré
meriendas al lado de la luna y que iré a
dónde me dé la gana.
Tengo la seguridad (o la
ilusión) de que pronto encontraré mi lugar, allí a la derecha de donde se
cumplen los sueños y lejos de esta ciudad que me ahoga. En este mundo injusto
que sigue girando cada día, sin
importarle lo más mínimo las piezas que lo componen, que por cierto, cada día
están más rotas.
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