No oscureció aquella noche. Porque aquella mañana no había amanecido. Te marchaste dando un par de gritos. Cerrando cada suspiro con un portazo. La puerta dilatada por el calor. Podría ser agosto, quizá septiembre. ¿Cambiaba eso las cosas? Por eso lo olvidé.
Comenzó el otoño en la habitación. Caía el papel de las paredes. Las hojas de los libros.
Se estropeó el tocadiscos. Volvía a estar jodida, tendría que comprar uno nuevo. Las cosas volvían a funcionar dándoles un par de golpes. Esta vez no fue así. No se volvieron a escuchar los mejores vinilos. No volví a oirte respirando en mi cama. Y mira que le di golpes al enchufe y a la caja. Y mira que le di golpes a la puerta. Y a la pared. Pero no volviste a aparecer. Caiste otra vez. Llegaste de nuevo al callejón oscuro del que nunca te conseguí sacar. Te llamaría y te contaría tantas cosas, que me agobiaría. Y colgaría. Y seguiría sin saber por dónde empezar.
Me gustaba la forma en que todo te daba igual. No queda ni tu olor.Ni tu hueco en el sofá. Has desaparecido de nuestras fotos. Has vuelto a huir. Te encontré huyendo. Te he dejado escapar. Estabas huyendo. Sin café de despedida.
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