Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

lunes, 28 de octubre de 2013

Con la sonrisa del que no tiene miedo a morir.


Estamos hechos de pedazos de recuerdos y sueños. Nos perdemos entre las sábanas por la mañana, nos miramos en el espejo temerosos aún dormidos, esperando algo del día que acaba de empezar. Compramos cereales, fruta, y té, entonces  nos sentamos a comer solos o acompañados, qué más da. Estamos solos.
Navegamos entre los días, soñando con aquella playa de postal en la que un día estuvimos nosotros. Nosotros. Todas las mañanas buscamos  esos minutos de lucidez, la felicidad espontánea que nos dan las palabras, o la lluvia cuando nos sorprende y está fría.
También soñamos con el  “quédate conmigo”, pero sólo nos llegan noticias de huidas. Todavía no ha llegado el invierno y estamos llenos de rabia. Odiamos el tiempo que nos va matando de tanto echar de menos.
Y yo, odio las noches en las que no me abrazas (y también los días),  la taza de café que se enfría, los autobuses abarrotados , la gente que no mira a los ojos y las veces que lucho por algo hasta que me araña por dentro. Yo quiero contagiarte de esto, de arañazos por dentro. De ganas de luchar. Quiero despertarme contigo cada mañana, beberme el café caliente y contigo. Contigo. Encontrarnos en la cama por las noches, y soñarnos debajo de las sábanas como si fuera la primera vez. Me niego a coger aviones sin ti, ya te lo dije,  porque todas las huidas llevan tu nombre, y no importa lo lejos que esté si te llevo conmigo. Que no quiero dejarte ir, no. Me niego a olvidar que un día apareciste en mi mundo para darle la vuelta. Y desde entonces, bailamos por las calles de esta ciudad gris, o de esa otra no tan gris. Nosotros. Hoy te lo pido, huye conmigo. Te espero aquí, ya sabes el destino… y también los motivos.