No te llamo señor
por la edad, más bien por respeto.
Es curioso que
haya pasado años queriendo ser una de esas chicas que salen en tus poemas y
ahora que lo soy, ni siquiera sé que hacer conmigo. Y recalco el conmigo porque
contigo sí que sabría.
Hace poco te vi y
te sonreí a conciencia, esa y una docena de veces antes. Pero para ver, aunque
sea necesario mirar, no es suficiente.
Ah y otra cosa,
siendo un hombre que no cree en las casualidades para mí tú eres eso, una
casualidad. Una noche en la que yo estaba triste alguien se acercó con un libro
y me dijo: -En el desamor siempre hay alguien que está más jodido que tú-
matizó.
Lo primero que me
ocurrió al leerte fue que me enamoré de ti, y justo al acabar de leerlo me
enamoré de mi misma. Tuve la sensación de estar en ese libro. Imagínate señor
poeta las cosquillas que me entraron cuando me vi en tus letras.
Por otra parte, sé
que ponerme a tu alcance es matar al poeta. Que avanzas mejor en los tal vez
que en la certeza. Que tu palabra preferida es ojalá. Y te escribo sabiendo que
dudas de mi existencia ahora que existo. Que seguramente me acabes prefiriendo
sobre las páginas que sobre tu cama.
Te escribo para
que sepas que sé. Para que dejes de buscar mi sonrisa, está aquí ahora mientras
te hablo. Y es tuya siempre que la necesites. Para borrar caídas y precipicios,
para que quieras buscarme sin soñar que me encuentras. Y me encuentres soñándote.
PD: Deja de
temblar, yo solo muerdo cuando tengo hambre y tú solo me das sed.
Te espero, ni
siquiera sé el qué pero sé el cuanto y es mucho. Todavía.