Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

martes, 28 de enero de 2014

Somos una casualidad llena de intención.




Las ciudades de madrugada siempre me dieron ganas de huir, y todas las carreteras del mundo, y tus ojos que me miran pidiéndome que me pierda en ellos una vez más.
Este verano conocí contigo algunas carreteras del sur, y como en una novela,  huimos sin mirar atrás. Sin importarnos nada que no fuésemos nosotros. Como cada vez que nos tenemos cerca.
Cada mañana es una nueva aventura en la que lo más importante es querernos sin más.
Las terrazas de las que hemos huido alguna vez después de comer, nuestro hablar sin parar, cantar en el coche como si no hubiera mañana  con los pies en el salpicadero y la mirada perdida, ah,  y los bailes improvisados en una habitación de hotel.
Me pasaría media vida huyendo juntos. Volver a casa de madrugada, con los ojos llenos de vida y el corazón a prueba de bombas. Esos días de mar y carretera, de ciudad y cama.
Desde que te conozco, ya pocos días me escapo a la ciudad del viento. Nado en ese mar que me se de memoria (ya no tengo miedo a ahogarme) me debes haber vuelto un poco más valiente.
Quizás me he dado cuenta que mi felicidad es esto…Tú, somnoliento despertándote a mi lado por las mañanas. Porque nunca se si empezar el día comiéndome el desayuno o comiéndote a ti. (Más bien comiéndome tu a mí.)  
Puede que haya temporal fuera, que llueva cada noche, pero la ciudad es preciosa cuando llueve desde tu cama. Y seguimos siendo eternos cuando te veo aparecer al final de la calle, con tu sonrisa y tu flequillo despeinado. Entonces sonrío, porque sigues aquí, porque en realidad nunca te has ido. No tengo ninguna duda, el infinito me lo ha dicho.




 "A veces se te desordena el pelo de una manera
 que hace que todo lo que esté sucediendo en ese instante 
pueda esperar."