Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

domingo, 11 de mayo de 2014

“Lo que hay debajo de este vestido, son mis normas y puedes romperlas. El corazón, déjalo donde estaba.”





Pasar página es seguir escribiendo sin hacerlo encima, pero ella se venía abajo cuando le recordaba sudando tinta a la altura del cielo que marcaba su boca.
Estuvo pensando y los árboles se hicieron libros. Ahora no sabe en qué bosque les besarán las flores los pies. A veces lo imagina triste mirando por la ventana... 
Si las ciudades hablaran, se habrían quedado sin palabras al verles, de eso estaba segura.
Ella todavía vuelve a casa con hormigas entre las piernas cuando recuerda cómo la ponía entre su espada y cualquier pared.
Sigue bailando sola con el pelo recogido entre absolutos desconocidos y teje sus ojos a su piel como quien se hace un jersey contra el frío en plena primavera emocional.
Y echa de menos que le coja de la mano fuerte, como el que cree que puede desafiar al mundo con un solo gesto. Y juega excitada a asumirse eternamente suya por un rato.
Se deja comer por el resto porque no puede mirarle como al mismo. Y juega con la belleza a relamer la suerte de ser mariposa y capullo al mismo tiempo.
Y tú, podrías pasar a saludar y quedarte a vivir con ella otra vez.
O simplemente, podrías pasar a llenaros de arañazos nuevos que lameros sin pedir perdón durante horas.
Podríais hacer el amor por esto, hasta que se jodiese por sí sólo.
Si apareces en la puerta de su casa, como un cantante de rock que en plena carretera se da cuenta de que sólo es un perro abandonado. Y bajando la mirada, le susurras que la quieres como a nadie. Si le dejas ver que no te gusta el cine en el resto de películas que ves, en ese caso; va a tener que amueblar esos muros con tu ropa.
Abrazarte y esperar que te largues a follarte a otra con el amor hecho.


"Iba perdiendo el don maravilloso de ver las cosas tal como no son."
 Alejandra Pizarnik