Llevo muchos días sin escribir, supongo que porque no quiero
tener que borrar palabra por palabra. Me resisto a dejar que la tristeza me
mate. Pero esta noche, leyendo, he puesto
a Sabina y de repente he recordado una noche diferente. Con la ciudad vacía y
las manos llenas de vida. He recordado que he vivido tantas batallas, que no me
importa salir otra vez llena de heridas. Soy experta en chocarme una y mil
veces con la misma pared sólo para ver lo que hay detrás, porque el paisaje que
hay más allá de la pared merece más la pena que todas las heridas. Supongo que
me he cansado de perder abrazos y sueños. Recuerdo tantos instantes. Cómo aquel
día que llegaste a mi vida, tan de repente, tan necesario. Recuerdo las veces
que me robaste la sonrisa. (Que por cierto, te la metí en el bolsillo del
pantalón ayer antes de irme). Ah y acuérdate, que lloramos y reímos más que
nadie. Y que al despertarme, te acaricié la cara, para acordarme de todas esas
facciones, esa boca y esos ojos que me han hecho volar. Después te abracé, pero
no un abrazo de despedida. Te he dicho que me chocaría mil veces contra la
misma pared por llegar a lo que está detrás. También quiero decirte que las
calles de cualquier ciudad siempre serán nuestras, y la lluvia. Que puedes
ayudarme a derribar los muros que se nos crucen por el camino si quieres.
Porque desde hace algún tiempo tengo la certeza de que eres tú el que me va a
hacer sonreír todas las mañanas. Y eso es algo muy grande. Menudo viaje el
nuestro, hasta dentro de unos días, mi amor.
“Me he tomado también tu taza de café.
Ya casi no tengo azúcar,
Pero me acordé que a ti te gusta amargo.
Sabe muy feo. Como la soledad.
Como este estar deseándote a todas horas."
Jaime Sabines