Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

jueves, 21 de junio de 2012

Con las mejores vistas.




Era la típica que adoraba ver las estrellas desde la azotea. De las que te decían “pero ese vestido es increíble”, llevándose las manos a la boca y con los ojos abiertos como platos.  Perdía la vida por vivir y no dejaba que el tiempo la matara (nunca). Removía el café planeando el siguiente ataque. Corría descalza entre el tráfico de las noches sintiendo la libertad en cada poro de su piel morena. No quería estar muerta.  Estar viva era vivir con todas las letras. Te llevaba a la luna si querías y si no te la traía a casa por las noches. Te quitaba la ropa cuando quería sentirte lejos y te abrazaba cuando quería sentirte cerca. Sabía que pasaría una vida ajetreada de llantos y sonrisas por aquel corazón loco que tenía. Pero aquí estaba para eso.  Si el corazón gritaba,  se subía a una montaña  y sacaba todo lo que llevaba dentro.  Y si dolía la vida, sacába las uñas y luchába contra ella. Si nada le llenaba, buscaba entre el tráfico de las aceras ese algo.  Porque la vida es bonita,  puta a veces y éfimera.  Y  tenemos que dejar nuestra pequeña huella en este mundo giratorio que a veces nos marea . Así que sonríe, escribe, baila, dibuja, corre y vuela en sueños. Pinta corazones en las paredes cuando te guste el amor, y táchalos cuando este se vuelva del otro lado.

La vida es una noria, cuando estas arriba tienes que aprovechar todas las vistas y gritar. Cuando estas abajo solo tienes que esperar paciente  la subida (que siempre llega.) Si quieres claro. ¿Y sabéis que? Desde aquí,  últimamente veo el cielo.

martes, 12 de junio de 2012

Adelante bonita.




Cuéntame si sabes lo que es estar en lo alto de la torre Eiffel y vislumbrar toda la vida que hay a su alrededor, si alguna vez has sentido mariposas subiendo por tu columna vertebral mientras el avión subía hacia el cielo. Si has follado hasta quedar exhausto y después has abrazado hasta odiar el amor. Si vuelas, sueñas, escribes y lees, si te has bañado en la playa por la noche, sientiendo el mar de verdad, el frío, el miedo arañándote las piernas. Quizás nunca te has asomado a ver las estrellas una noche de verano. Cuéntame si alguna vez te has puesto en medio de una  carretera y has gritado hasta ensanchar el alma. Si te has quemado con el café y has maldecido la vida por un segundo , si te has puesto su camisa tras una noche de guerra y has preparado el desayuno con una bonita sonrisa (las sonrisas siempre lo son). Si vives con la vida atrapada entre los dientes. Cuéntamelo, y no olvides que el mundo esta ahí fuera, sentado esperando a que te decidas a conquistarlo.

lunes, 11 de junio de 2012

Nieve.



Lo que no sabía hasta ese 7 de febrero era que la nieve me daba suerte. Que bailar bajo la nieve era mejor aún que bailar bajo la lluvia. Intentar atrapar los copos, mientras el viento te acaricia la cara y parece que el tiempo se para, que el mundo se rinde ante tus pies de bailarina soñadora. Y la nieve va cubriendo los abrigos, las sonrisas, dibujando formas sobre los paraguas. La gente parece feliz tras la bufanda, el gorro y los guantes. Entonces recordamos que estamos más vivos que nunca sin quererlo, y por eso, nosotros, como refugio antes ese frío no hacíamos otra cosa que mordernos,  rasgarnos, gustarnos…nos tentábamos sabiendo que íbamos a rompernos, (a rompernos la ropa, claro). Pero eso era lo de menos, estaba nevando, y estábamos juntos. A oscuras, desnudos, conociéndonos a tientas (una vez más). Cómo si nunca hubiéramos estado tan cerca, como si no hubiera un mañana y la nieve lo hubiera cambiado todo. Y seguíamos allí, en aquella casa de piedra en lo alto de la montaña, rodeada de nieve, de frío y de vida. Contándonos historias que solo entendían los tejados y las antenas de aquel lugar...
Hoy sin embargo, estoy aquí, tirada en la cama escribiendo y sonriendo pensando en aquel soñado 7 de febrero, aquella mañana del dos de enero.