Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

lunes, 20 de febrero de 2012

Todos mis vértices.



Sobran las palabras, ya ya lo sé, no es necesario que me digas más. Yo también me he fijado en su forma de caminar. En como tuerce ligeramente su cuerpo y como pasa acariciando el viento. Yo también he visto como gira la cucharilla del café siempre hacia el mismo lado ( la derecha) y sí, se que lleva el reloj bocabajo en su mano izquierda. Y como se deja sorprender por un atardecer cualquiera. A mí también me encanta la forma en la que nunca esquiva los
charcos, sinó que suele pasar por encima y mojarse los camales, tan desgastados como siempre. La valentía con la que afronta el sonido de las agujas de un reloj.
Sí, lo sé, a mi también me vuelve loca que se sepa todos los vértices y la manera con la que pronuncia, “todo va a salir bien, ya lo verás”. Con él aprendí que cuando llueve es porque las nubes lloran de la risa por las cosquillas. Que yo también fingía no emocionarme cuando escuchaba sus llaves al otro lado de la puerta y sufría constantes infartos de miocardio cada vez que al niño se le antojaba deleitarme con su sonrisa. He contado uno a uno los pasos que hay de mi cama a la suya, y me he repetido hasta el convencimiento que lo único que nos separaba de vez en cuando, eran esos pasos. He estudiado cada noche los escondites de su cuerpo, su barba rebelde, sus heridas de guerra y esa pequeña cicatriz que tiene en la frente desde que se cayó por aquel tobogán cuando tenía 2 años porque pensaba que él, podía volar. (esto no impidió que lo siguiera pensando.)
Yo también he descubierto en su cuerpo mapas mudos que me cuentan todo lo que necesito saber. Y sé que todas las constelaciones que existen las puedo encontrar en los lunares de su espalda, esa que el cada noche me prestaba. Que un día de repente descubrí como todo, dejaba de ser tan gris si él estaba conmigo. Que las penas no eran tan penas cuando me llenaba de besos diciéndome, “anda tonta, que todo pasa”. (Y vaya si pasó…). Que podría haber construido mi mundo entre sus sábanas. Y haberme quedado allí, haciendo de sus sueños los mios y de sus miedos mis monstruos. Que sí, que te comprendo. Que se como pierdes la cabeza al ritmo de sus pasos. Y conozco perfectamente esa sensación que te atraviesa cuando un milímetro de su cuerpo (el que sea) decide toparse con el tuyo. Que sí, que yo también le he querido. Mucho.
Sí este cuanto ya me lo han contado, ya lo he soñado, y hasta me atrevería a decirte, que ya lo he vivido.

viernes, 17 de febrero de 2012

Se dejaba llevar.


No oscureció aquella noche. Porque aquella mañana no había amanecido. Te marchaste dando un par de gritos. Cerrando cada suspiro con un portazo. La puerta dilatada por el calor. Podría ser agosto, quizá septiembre. ¿Cambiaba eso las cosas? Por eso lo olvidé.
Comenzó el otoño en la habitación. Caía el papel de las paredes. Las hojas de los libros.
Se estropeó el tocadiscos. Volvía a estar jodida, tendría que comprar uno nuevo. Las cosas volvían a funcionar dándoles un par de golpes. Esta vez no fue así. No se volvieron a escuchar los mejores vinilos. No volví a oirte respirando en mi cama. Y mira que le di golpes al enchufe y a la caja. Y mira que le di golpes a la puerta. Y a la pared. Pero no volviste a aparecer. Caiste otra vez. Llegaste de nuevo al callejón oscuro del que nunca te conseguí sacar. Te llamaría y te contaría tantas cosas, que me agobiaría. Y colgaría. Y seguiría sin saber por dónde empezar.
Me gustaba la forma en que todo te daba igual. No queda ni tu olor.Ni tu hueco en el sofá. Has desaparecido de nuestras fotos. Has vuelto a huir. Te encontré huyendo. Te he dejado escapar. Estabas huyendo. Sin café de despedida.

sábado, 11 de febrero de 2012

Contradictorio.


Contradictorio es que vivas más en algunos minutos que en semanas, contradictorio es tener frio en la playa, y calor en un quirófano, contradictorio es sonreir al levantarte, levantarte sin sonreir tambien es contradictorio, contradictorio es que no se acaben los temas de conversación, que se acaben, a veces tambien lo es. Contradictorio es llorar de risa, reir de nerviosismo, contradictorio es cansarte menos cuantas más cosas haces, tener más sueño cuanto más duermes, simplemente es cierto, contradictorio es que me guste que me contradigan. Contradictorio es que te alegren el día las cosas sin sentido, las frases sin fundamento... las cosas contradictorias.

lunes, 6 de febrero de 2012

Extasis.


Extasis que se pierde entre los latidos de mi corazón.
Entonces, escucho como mis venas crujen, mi cuerpo tiembla, y mis piernas se tensan.
Y los pies se alternan: Plié, relevé, plié, relevé.
Esta es, sin duda, mi droga perfecta.

jueves, 2 de febrero de 2012

Implacable.



Era preciosa, preciosa y feliz. Siempre lo había sido. Sonreía a todas horas y amaba la vida casi tanto como una madre a su hijo, por encima de todo, de cualquier cosa.
Un mal día, su perfecto mundo cayó, la invadió algo terrible e inexplicable que se apoderó de ella y rompió todo en mil pedazos o más. Empezó a ver la vida de forma distinta, conoció la peor parte de ella, y la peor del ser humano (o casi). Aquella característica sonrisa pasó a ser una mueca forzada a duras penas, los grandes ojos expresivos se tornaron grises y apagados, casi tanto como sus días. Y aquel inigualable don de irradiar energía murió, como tantas otras de sus pasiones.
Ha pasado ya algún tiempo (demasiado quizás), y a día de hoy continúa peleando para volver a recuperar a la chica que fue. La que se iba a comer el mundo. Todos los días se hace una promesa “Hoy si que si mi niña”, pero se acaba rindiendo, abandonando contra aquel otro luchador incansable una vez tras otra, dejándose caer al vacío sin nadie que pare esos golpes.
Sin embargo, yo estoy segura de una cosa, y es que un día podrá, hoy va a poder de hecho, va a ganar ese combate, y va a ponerle una gran zancadilla a su contrincante para que esta vez sea él el que caiga al vacío (para siempre).Y hoy va a volver a ser la que era, y por supuesto, se va a comer el mundo.