Mi mirada triste solo dice una cosa: que quiero romper todos los putos relojes, todas las distancias infinitas y colgarme de tu risa. Desabrocharte la camisa y dibujar en tu cuerpo el mapamundi de mi vida. Quizás llevarte a una esquina y besarte hasta dejarte sin aliento. Que lo único que quiero es intensidad, que el corazón me vaya a mil por hora y no perderlo en el intento. Que te rías de las locuras de esta chica risueña que cada día está más loca. Que sería capaz de llevarte al cielo sólo si te quedas un rato más conmigo, si luchas contra tiempo y tristeza. Que quiero buscar nuestro beso de medianoche, ese que todavía me debes. Soñarnos cerca con la luz apagada. Ser dos aventureros en la ciudad del viento y descubrir playas desiertas. Reivindicar que seremos eternos aunque nos separe la vida. Ponerme tu camisa tras una noche de guerra y que me la vuelvas a arrancar a la mañana siguiente. Y es que, tú eres de esos que te abrazan sin esperar nada a cambio, y todavía estamos a tiempo. El cielo del techo se viste de colores, y nos dice que tenemos que hacerlo. Tenemos que hacerlo ahora.
"Me gustaría ser más inteligente o más certero,
escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a
repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te
admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que
te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy
desdichado de no encontrarnos en el futuro."
Adolfo Bioy Casares - Carta a Elena Garro
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