Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Ojos tristes.




Lo peor de todo son las noches solitarias, las cartas sin destino, el corazón girando en espiral y el estómago hecho un nudo. Lo peor son los camiones de basura despertándonos de madrugada, ese silencio lleno de ruido. Que nos mata. Que te mata. Lo peor son las mañanas en las que no sabes si ponerte un vestido porque tu cuerpo no es capaz de brillar hoy, ni de bailar por el pasillo. Y  la cafetera, y su sonido, y el café amargo e insípido. Y no hay nada en esas mañanas grises y frías que te rescate. Las ojeras antes de entrar a clase. Sin sonrisa. Las agujas del reloj haciendo de las suyas en tu contra.

Las noches sin estrellas.

Y tú, que  ya no me invitas a bailar, ni te pierdes en mis ojos, que ya no sabes ni el color que tienen. Los libros de mi mesita me están gritando palabras. Y yo, sigo ignorándolos sin querer. Y sin embargo, los amantes se siguen besando bajo la lluvia, aun en estos días grises.

Lo peor es que todas las canciones hablan de amor, y que yo ya olvidé tus lunares. Que las luces de la ciudad ya no alumbran nuestras noches, y aquí todo ha empezado a olvidarse demasiado deprisa. Es el principio del fin, todo suena igual que esa noche que te hice el amor sabiendo que era la última, como cuando en esa montaña rusa mi sonrisa salió volando por los aires. Siempre tuviste los ojos tristes, y he de confesarte que me gustaron nada más verlos. Solo puedo decirte que, hasta otro día, ojos tristes, ojos grises.




                                                                                                      "La libertad de su amor
                                                                                                          era no pedir ni esperar nada."

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