Nadie.

No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.

jueves, 2 de febrero de 2012

Implacable.



Era preciosa, preciosa y feliz. Siempre lo había sido. Sonreía a todas horas y amaba la vida casi tanto como una madre a su hijo, por encima de todo, de cualquier cosa.
Un mal día, su perfecto mundo cayó, la invadió algo terrible e inexplicable que se apoderó de ella y rompió todo en mil pedazos o más. Empezó a ver la vida de forma distinta, conoció la peor parte de ella, y la peor del ser humano (o casi). Aquella característica sonrisa pasó a ser una mueca forzada a duras penas, los grandes ojos expresivos se tornaron grises y apagados, casi tanto como sus días. Y aquel inigualable don de irradiar energía murió, como tantas otras de sus pasiones.
Ha pasado ya algún tiempo (demasiado quizás), y a día de hoy continúa peleando para volver a recuperar a la chica que fue. La que se iba a comer el mundo. Todos los días se hace una promesa “Hoy si que si mi niña”, pero se acaba rindiendo, abandonando contra aquel otro luchador incansable una vez tras otra, dejándose caer al vacío sin nadie que pare esos golpes.
Sin embargo, yo estoy segura de una cosa, y es que un día podrá, hoy va a poder de hecho, va a ganar ese combate, y va a ponerle una gran zancadilla a su contrincante para que esta vez sea él el que caiga al vacío (para siempre).Y hoy va a volver a ser la que era, y por supuesto, se va a comer el mundo.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Era preciosa y feliz. Es preciosa y feliz. Preciosa porque así nació, y feliz porque ya ha ganado ese combate, ya ha podido. Ayer pudo, hoy puede y mañana podrá. El mundo está esperando que se lo coma. SÍ QUE SÍ, MI NIÑA. EL CONTRINCANTE HA PERDIDO PARA SIEMPRE. Y esos grandes ojos no dejarán de brillar nunca más. Yo lo sé, y ella también.

    ResponderEliminar