Fuimos una madrugada menos en el
calendario, un orgasmo sin terminar; fuimos frio. Me encantaba perder(me) entre
el olor clorofórmico de tus sábanas; hacer el amor entre las tildes de nuestros
nombres; odiar la separación de nuestras letras. Éramos nosotros corriendo por
las carreras de mis medias a más de cien palpitaciones por segundo. Éramos ropa
interior a los pies de mi cama haciendo recuento de noches ardientes perdidas
en el fondo de un vaso; contando cuántos pasos juntaban tus labios y los míos,
cuántas miradas eran necesarias para desnudar al amor. Solo dos. Fuimos amantes
suicidas que un martes trece, ebrios de morbo, quisieron casarse a besos.
Nadie.
No. No lo sabéis, ni lo sabe nadie. No sabéis cuanta pasión generan ciertas cosas, no sabéis como pienso, no sabéis como actuaría ante cierta situación, ni cual será mi siguiente paso. No sabéis hasta que punto soy capaz, capaz de lo que sea, eso no importa: capaz; ni cuanto cabe en mí, ni cuanto reboso, cuando me colmo o cuando me vacío. No lo sabéis. No sabéis a cuanta impotencia puedo llegar a dar cobijo, ni sabéis en que punto exacto pierdo el control y me dejo dominar por un impulso, una corazonada. No sabéis cuantas veces al mes calibro mis ánimos. Ni cuanto me gusta ser absurda, ni sabéis si lo soy. No sabéis que porcentaje de risas desearía poder descomponer en lágrimas, ni sabéis si sería posible que eso ocurriera. No sabéis si no os dejo saberlo por pasotismo, vergüenza, desconfianza o prudencia. Pero es que si os lo contara, ya sabríais más que yo.
miércoles, 29 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
Todos los puentes están enamorados de un suicida.
Los últimos días habían sido caóticos. Grises por la mañana y color otoño por las tardes. El parte meteorológico anunciaba miles de días grises ya que había entrado una borrasca por el ventrículo izquierdo, y era imposible una ola de calor ahora.
Recomendaban paraguas día y noche, y sobre todo cuándo
pisaras la habitación. Llueve demasiado en lugares cerrados, hay que tener
cuidado.
Los días tostándose al sol se habían acabado. Los besos en la playa y en habitaciones secretas, también entre la gente que pasaba deprisa a nuestro lado, esos besos… alguien los había robado. Los buscamos por toda la ciudad cada noche, sin rastro alguno de ellos. También buscamos las mejores películas del mundo, las canciones más bonitas y aquellos abrazos eternos.
El último año había sido increíble, sonreía a todas horas sin sonreír, o sonriendo qué más da.
Y ahora, ahora llueve. Pero nosotros habíamos dicho hasta dentro de diez mil años, y aún nos quedan 9.999.
"Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser."
domingo, 19 de mayo de 2013
Sin rumbo fijo.
En el laberinto. Tu por un lado y yo por el otro. Por si no
fuera lo bastante complicado con uno solo buscando y el otro en el centro.
El centro cambiando de sitio cada segundo.
Los caminos cambiando
cada día y las brújulas que indican nuestro camino al norte averiadas por vivir
en un continuo barco sin rumbo fijo.
Tu por un lado y yo
por el otro.
En un continuo buscar para no encontrar, como todo lo
contrario a lo que nosotros queremos, porque en realidad, nacimos en el centro
e intentamos escavar para volvernos a encontrar en un lugar en el que el calor
no nos mate. Pero tampoco el frío.
Sucios de tierra hasta las orejas, imperfectos pero felices.
Quizá moriríamos sin
calor, y quizá nuestro sitio tampoco fuera el centro.
“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que íbamos a
encontrarnos”
"El amor es una catástrofe espléndida: saber que te vas
a estrellar contra una pared, y acelerar a pesar de todo: correr en pos de tu
propio desastre con una sonrisa en los labios; esperar con curiosidad el
momento en que todo se va a ir al carajo. El amor es la única decepción programada,
la única desgracia previsible que deseamos repetir."
Frédéric Beigbeder
domingo, 14 de abril de 2013
Volvemos a hablar del frío.
Mi mirada triste solo dice una cosa: que quiero romper todos los putos relojes, todas las distancias infinitas y colgarme de tu risa. Desabrocharte la camisa y dibujar en tu cuerpo el mapamundi de mi vida. Quizás llevarte a una esquina y besarte hasta dejarte sin aliento. Que lo único que quiero es intensidad, que el corazón me vaya a mil por hora y no perderlo en el intento. Que te rías de las locuras de esta chica risueña que cada día está más loca. Que sería capaz de llevarte al cielo sólo si te quedas un rato más conmigo, si luchas contra tiempo y tristeza. Que quiero buscar nuestro beso de medianoche, ese que todavía me debes. Soñarnos cerca con la luz apagada. Ser dos aventureros en la ciudad del viento y descubrir playas desiertas. Reivindicar que seremos eternos aunque nos separe la vida. Ponerme tu camisa tras una noche de guerra y que me la vuelvas a arrancar a la mañana siguiente. Y es que, tú eres de esos que te abrazan sin esperar nada a cambio, y todavía estamos a tiempo. El cielo del techo se viste de colores, y nos dice que tenemos que hacerlo. Tenemos que hacerlo ahora.
"Me gustaría ser más inteligente o más certero,
escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a
repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te
admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que
te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy
desdichado de no encontrarnos en el futuro."
Adolfo Bioy Casares - Carta a Elena Garro
martes, 2 de abril de 2013
El destino tenía razón, tenías el atardecer más grande del mundo.
Como la protagonista de aquella película francesa fumando en
la ventana, dejando que la vida se escape entre el humo. Como un bolero que
habla del quizás, quizás, y de los vestidos que nunca te pones y bailan dentro
del armario. Brillabas, era cierto, últimamente algo te llenaba los ojos de
vida, y eras tú misma. Eras tú de nuevo. Tomabas infusiones cada noche y
dejabas que la tristeza se fuera lejos, bien lejos, y planeabas atracar
corazones y robar librerías, dejar notas en los libros de la biblioteca que
dijeran, “Hola, eres el hombre de mi vida” con un “búscame entre la música de
algún lugar lejos de aquí”. Y que la casualidad hiciera de las suyas. El café
ya no era amargo. Llevaba lloviendo dos semanas y salías con una sonrisa que
provocaba un arco iris. Con el sombrero lleno de pájaros y bailabas con la
música en las estaciones de tren. No era cosa del amor, y tampoco de los trenes
que te llevaban lejos en los días grises, ni de los libros que descansaban en
la mesita de noche. Puede que tuviera algo que ver la ciudad del viento, la
calma, el mar y las mareas. Y tú que estabas llena de sol y de sal. Estabas
llena de vida.
Tenías el atardecer más grande del mundo atrapado dentro de
ti. Y es cierto que la ciudad a veces se hace pequeña, pero tú eras tan grande
que eras capaz de volar por encima de ella, de farola a semáforo, y a veces se
hace grande, y te pierdes con tu bici en sus callejones.
La misma protagonista de aquella película francesa, esta vez
quitándose el sombrero para volvérselo a quitar, y tiene una sonrisa grande,
muy grande. Y el viento mueve las flores de la ventana. Y la estantería está
llena de libros. Y ella sonríe, y el tiempo se detiene. Y un hombre la mira
desde la otra punta de la habitación, diciéndole entre susurros: “Eres tan
bonita…”
Y ella se coloca el sobrero, y las flores no paran de
moverse, y él está loco por ella. Y ya nada importa, nada.
jueves, 7 de marzo de 2013
Por un momento nos abrazamos, y no hizo falta nada más.
El vértigo es enfrentarse
cada día a una nueva mañana, no hundirnos en el café, sonreír y buscar algo que
merezca la pena.
Tenemos que seguir
buscando. Puede que nadie pueda salvarnos del asfalto, puede que el mar esté
demasiado lejos, puede que se nos amontone la vida en la silla con la ropa
sucia y se nos olviden los motivos.
Puede que las palabras ya no lleguen, que las personas que creíamos
eternas, ahora estén caminando en sentido contrario.
Vértigo es volver a nacer
todos los días, pero yo, yo voy a preparar el café con tres de azúcar y una
sonrisa. Y…que la mayoría de los días el mar no queda tan lejos (tú ya lo
sabes). Tenemos que ser unos héroes cada día, cada mañana luchamos por sentir.
La vida no es sólo ir de un lado a otro con el reloj a contracorriente
pisándote los talones.
Tenemos que encontrar
nuestro sitio. Y yo que me encuentro en tus pupilas, en tus brazos, en las
palabras de la gente que siempre está ahí y en las palabras de la gente que se
fue.
Aquí sigo, nunca huí,
pese a mi afición de coger trenes sin destino cada dos por tres, esos que
suelen acabar en ninguna parte una noche cualquiera.
Aún nos queda tanto por
vivir, una noche de hotel en cualquier lugar con un baño de espuma, unas
cuantas promesas, una noche en la playa, unos cuantos suspiros de placer y un viaje a la luna. Tenemos que gritar desde
lo alto de una montaña que hoy somos héroes, mañana quién sabe. Tienes que
aprender a bailar (el pasillo de mi casa es la mejor pista de baile). Tengo que
engañar al destino para que te quedes conmigo. Tienes que decirme “No has
crecido nada desde la última vez”. Tengo que darte un abrazo en silencio (no
sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento). Tenemos que hacer el amor.
Tienes que volver a enamorarte de mis ojos, tienes que volver a contarme un
cuento.
Es tarde para sentir
miedo, toda la vida es ahora. Y tú eres el motivo, tú siempre eres el motivo, y
daría la vuelta al mundo por abrazarte por la espalda un día cualquiera.
lunes, 18 de febrero de 2013
Valiente.
Damos vueltas en la cama, por el cielo, cuándo no encontramos lo que buscamos y no sabemos qué buscar. Somos el epicentro de este mundo, que no para de dar vueltas, como nosotros. Lo que creemos un día, al día siguiente cambia de forma. El cielo cambia tan rápido de color que muchas veces no sabemos ni dónde estamos. Las flores se esconden en invierno y a mí me gusta ponérmelas en el pelo en verano. Hoy hace un viento tan fuerte que arranca toda la tristeza y se la lleva lejos de aquí, dónde no podemos verla. Tenemos un fuerte en nuestra cama, y ahora está llena de besos gigantes que tenemos pendientes. Tenemos billetes sin fecha para la ciudad del amor y una cama esperándonos sonriente y cómplice. Tenemos que hacer un crucero por el Sena y mirarnos a los ojos, felices. Asombrarnos con la belleza de Paris (una vez más) desde el bateaux mouche. Tenemos que capturar cada instante irrepetible para poder volver a él cada vez que la vida nos de la espalda. Y entonces recordar,“eres tan feliz que puedes estallar de felicidad”.
Por cierto, aún tenemos que desayunar croissants en la cafetería de la esquina, esa que es pequeñita, con muebles blancos de madera, techos altos y rincones llenos de cuadros y plantas, tazas de porcelana antiguas con flores y un café que sabe tan bien como tú en las noches frías. Tenemos que encontrarnos por cualquier calle de la ciudad, de cualquier ciudad. Tengo que esconderme y tú tienes que encontrarme entre sábanas color azul cielo, jugando al gato y al ratón mientras las deshacemos. Tenemos que pasear por esas calles que todavía no conocemos, para hacerlas nuestras a nuestro paso, siempre de la mano, siempre.
Tenemos que escapar de la rutina, olvidando que esta nos atrapa constantemente y ser libres por fin. En cualquier ciudad, en cualquier rincón, o en cualquier cama, agarrando con fuerza cada segundo para que no se nos escape, al menos no esta vez.
“El truco está en perder
rumbo y razón,
y cambiar el mundo entero sin que nadie se de
cuenta.”
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