Lo peor de todo son las noches
solitarias, las cartas sin destino, el corazón girando en espiral y el estómago
hecho un nudo. Lo peor son los camiones de basura despertándonos de madrugada,
ese silencio lleno de ruido. Que nos mata. Que te mata. Lo peor son las mañanas
en las que no sabes si ponerte un vestido porque tu cuerpo no es capaz de
brillar hoy, ni de bailar por el pasillo. Y
la cafetera, y su sonido, y el café amargo e insípido. Y no hay nada en
esas mañanas grises y frías que te rescate. Las ojeras antes de entrar a clase.
Sin sonrisa. Las agujas del reloj haciendo de las suyas en tu contra.
Las noches sin estrellas.
Y tú, que ya no me invitas a bailar, ni te pierdes en
mis ojos, que ya no sabes ni el color que tienen. Los libros de mi mesita me
están gritando palabras. Y yo, sigo ignorándolos sin querer. Y sin embargo, los
amantes se siguen besando bajo la lluvia, aun en estos días grises.
Lo peor es que todas las
canciones hablan de amor, y que yo ya olvidé tus lunares. Que las luces de la
ciudad ya no alumbran nuestras noches, y aquí todo ha empezado a olvidarse
demasiado deprisa. Es el principio del fin, todo suena igual que esa noche que
te hice el amor sabiendo que era la última, como cuando en esa montaña rusa mi
sonrisa salió volando por los aires. Siempre tuviste los ojos tristes, y he de
confesarte que me gustaron nada más verlos. Solo puedo decirte que, hasta otro
día, ojos tristes, ojos grises.
"La libertad de su amor
era no pedir ni esperar nada."